Las lentillas las separó

Cada mañana, nerviosa, esperaba el autobús, aunque era más bien una excusa. Cuando llegaba lo dejaba marchar una y otra vez hasta que aparecía ella y tras decirle hola, pensaba en lo bien que le quedaban las gafas. Luego juntas recorrían el trayecto hasta llegar cada una a su destino. Entonces, se volvían a separar y pensaba en el largo día que le esperaba hasta reencontrarse con ella.

Aquella mañana llovía pero ella fiel a su cita, volvía a esperar a que llegara aquel autobús llena de ilusión. Y apareció ella a lo lejos. Al principio no llegaba su mirada a observarla con detalle pero notaba algo distinto. Cubría su cara con un paraguas y cuando por fin se acercó, tras decirle hola, no pensó en nada.

Al día siguiente, no esperó. Llegó el primer autobús y se marchó.